miércoles, 14 de noviembre de 2007

CULTURA QUÍMICA: EL BIENESTAR NO CABE EN UN BLISTER


El consumo de psicofármacos ha crecido exponencialmente en los últimos años en nuestra sociedad. La industria farmacéutica ha desarrollado una amplia oferta ante una demanda anticipada que, a veces, no tiene relación con enfermedad alguna. Ahora resulta que las pastillas están presentes en diversas circunstancias y sus usos se han ampliado.
Desde lo medicinal a lo recreativo, desde lo razonablemente certificado a la indebida automedicación, sirven para adelgazar, para tonificar músculos, para recuperar el vigor sexual, para recuperar la tranquilidad, disminuir la ansiedad o lograr el éxtasis. Por primera vez en la historia, se consumen sustancias no naturales – sintéticas -.
Lo que parece una sinrazón, como el uso de viagra por jóvenes que no presentan disfunciones sexuales, puede entenderse bajo la lógica de la cultura del consumo. Las pastillas constituirían una solución química para garantizar el goce a cualquier precio o evitar el dolor – físico, psicológico -.
El imperativo de esta sociedad es que debemos dar respuestas, en todo momento. En el trabajo, en el estudio o el deporte, ya sea en adultos, jóvenes o – incluso – niños, el rendimiento tiene que ser óptimo y estable. Tal como lo demuestra la publicidad, si tomamos una aspirina, no sólo estamos frenando el malestar, también estamos optimizando nuestras respuestas ante las exigencias diarias, a la frustración, la intranquilidad o la ansiedad social.
Estas respuestas deben ser inmediatas. De allí la función social que cumple esta cultura química. Para qué embarcarnos en procesos de recuperación que pueden ser largos, si existen este tipo de atajos. Si ya que el diálogo, el acompañamiento y la contención pueden ser dolorosos, es mucho más conveniente resolverlo de manera individual, sin comprometer al otro – a veces, ni al especialista -.
Precisamente, allí está el problema. Como una síntesis de alivio, esta solución química no termina de resolver nuestros problemas más profundos. Simplemente, los silencian por un tiempo.
Lo cierto es que el bienestar no cabe en un blister.

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